Portugalización e Independencia
- Escrito por Pol Antràs
- Publicado en Artículos
Thomas Gresham observó en el siglo XVI que cuando en un mercado coexisten dos monedas, la moneda mala tiende a expulsar de la circulación a la buena. Un fenómeno similar parece describir el uso del análisis económico en los recientes debates sobre las consecuencias económicas de la independencia catalana. Los ejercicios improvisados con prisa y escasa reflexión parecen desbancar una y otra vez a los análisis serios y cuidadosos.
En una serie de recientes apariciones en varios medios de comunicación, el profesor José Vicente Rodríguez Mora ha anunciado a bombo y platillo que un cuidadoso análisis conducía a la inexorable conclusión de que la independencia catalana estrangularía los flujos comerciales de Cataluña y significaría “una pérdida neta de bienestar con cualquier hipótesis razonable acerca del ahorro fiscal que conllevase la independencia”. El modelo económico subyacente en sus cálculos predice, en concreto, que el comercio catalán con el resto de España se desplomaría casi el 80%, mientras que el comercio catalán con el resto del mundo sólo aumentaría un 10%. El efecto neto de tal colapso sería equivalente a una caída del 9% del PIB catalán, una cifra superior al déficit fiscal catalán, que se estima entre el 5.8% y 8.4% del PIB.
¿Es plausible que el comercio entre España y Cataluña pueda deprimirse hasta un 80% después de la independencia? El profesor Rodríguez Mora infiere esa cifra del volumen de comercio bilateral entre Portugal y España. En su opinión, la independencia de Cataluña conllevaría una especie de “portugalización” (quizás similar a la “españolización” anhelada por el ministro Wert) que subyugaría al comercio bilateral entre una Cataluña independiente y el resto de España a las mismas fricciones que hoy en día reducen el comercio entre Portugal y España. Como él mismo reconoce, lo que tiene en mente es un proceso a largo plazo, durante el cual los catalanes gradualmente dejaríamos de hablar y entender castellano, la distancia cultural entre Cataluña y España iría aumentando paulatinamente, y como consecuencia, los vínculos comerciales entre productores de una y otra región se irían erosionando progresivamente a lo largo del tiempo.
Se puede debatir si las cifras que arroja el modelo del profesor Rodríguez Mora son exageradamente elevadas o no. Algunos argumentarán que su análisis no contempla el efecto negativo de posibles boicots en el corto plazo o incluso de la exclusión de una Cataluña independiente de la UE. Su análisis indica, sin embargo, que el resto de España sufriría un coste significativo de dichas exclusiones, con lo que no está nada claro que las amenazas que llegan de Madrid sean creíbles.
Personalmente, la predicción de que los flujos comerciales entre Cataluña y España llegasen a disminuir un 80% como consecuencia de la independencia me parece exagerada. Por un lado, no es muy plausible que los vínculos labrados durante más de 500 años de historia común se tornen irrelevantes hasta el punto de equiparar la distancia entre Cataluña y España a la distancia entre Portugal y España. Por otro lado, no existe evidencia empírica convincente que señale que la desintegración política conlleve una sistemática y severa desintegración comercial. A menudo se menciona el caso del divorcio entre la República Checa y Eslovaquia, pero durante los cinco años que siguieron a su separación, la caída del volumen de comercio bilateral entre dichos países fue de un mero 6.2% (y no del 75% como algunos economistas sostienen). Finalmente, uno no puede obviar el efecto que la independencia tendría sobre la mayor capacidad del gobierno catalán para fomentar el crecimiento del sector exterior catalán y la atracción de inversión directa extranjera mediante un mayor control sobre la financiación y regulación de sus infraestructuras.
Dejando de lado estas consideraciones un tanto subjetivas, el principal defecto del análisis del profesor Rodríguez Mora es que, aun dándole el beneficio de la duda y asumiendo que su estimación de los efectos a largo plazo sobre el comercio y el PIB catalán fuera correcta, sus cálculos incurren en un error aritmético de bulto. Como es bien sabido, es un disparate comparar un coste (el 9% del PIB) que por propia admisión no se va a materializar íntegramente hasta dentro de unas décadas o quizás siglos, con un beneficio (el ahorro fiscal de entre el 5.8% y el 8.4% del PIB) que se consumaría de forma inmediata después de la independencia.
Por dar un ejemplo, pongamos que la portugalización que describe el profesor Rodríguez Mora fuese a completarse dentro de 50 años y supongamos que ésta se produjera a un ritmo constante, con reducciones paulatinas del PIB hasta llegar al 9% dentro de 50 años. Asumiendo una tasa de descuento modesta del 2%, la contracción comercial implicaría, en términos de un cambio permanente equivalente, una caída del 5.8% (y no del 9%) del PIB, una cifra que coincide con las estimaciones más moderadas de la balanza fiscal catalana. Para contrarrestar el efecto de un posible ahorro fiscal de hasta el 8.4%, la completa portugalización de Cataluña debería completarse en tan solo 9 años.
Estimar una única cifra que resuma el beneficio (o coste) neto de la independencia catalana es un ejercicio sumamente complejo y, en mi opinión, de escasa utilidad. Nuestra responsabilidad como economistas es ofrecer un amplio espectro de proyecciones acerca de los costes y beneficios asociados con los diferentes aspectos económicos que se verían afectados por la independencia y dejar que sean los ciudadanos los que valoren los efectos de los distintos escenarios, en la forma que les parezca más razonable. Esta responsabilidad acarrea una importante obligación: que las cifras y estimaciones que ofrezcamos a los ciudadanos puedan ser fácilmente comprensibles y comparables entre si.
